domingo, 1 de agosto de 2010

Introducción

Días con sueño y noches de insomnio.
Una cabeza desorientada tras fracasar su entorno social.
Un vacío que me invade del que quiero escapar.
El recuerdo de mis relatos familiares mientras conducía, para entretener a las hijas.
Momentos felices que pasaron pero que guardo en la memoria.
El deseo de revivir un mundo de ficción que haga revivir mi vida,
y que permita hacer vivir lo que la vida me niega.

Los años me van arrastrando hacia la monotonía de haber ya visto, ya hablado, ya conocido lo que el presente me ofrece...

Aunque cada vez me fije más en las tragedias sociales y políticas y en los desastres naturales del mundo, el mundo está cambiando, y millones de personas viven su vida entre trabajo y placer e ignoran completamente a la vieja generación en retirada.

Voy a dar vida a mi mente cansada, a crear personas inexistentes que serán una extensión de mi vida y que conformen nuevos mundos que puedan atraer a los niños presente y futuros.

No tengo una mente infantil, pero los niños de hoy en día ya no son como los niños del siglo pasado. Conocen y comprenden otras normas y costumbres, y conciben otros perfiles de personas que antes eran tabúes sólo para mayores. Por eso, escribiré lo que me dicte libremente mi imaginación. Si el resultado es adecuado para la infancia o no lo deberán decidir los lectores, si alguna vez acceden a estos cuentos.

Si este blog, como muchos otros, no es más que un punto que no conoce nadie en el ciber-espacio quasi-infinito, al menos habré descargado y podré olvidar lo que creé mentalmente hace años y que todavía me ronda por la cabeza. Pero sin duda partirá de la realidad que aparece día a día en los medios, que vemos y olvidamos por nuestra anestesia emocional.

Una niña quemada por ácido por unas normas inhumanas pero reales, una persona ridícula que su soporte social ha convertido en político importante, un niño de la calle sin una familia con la que vivir, un ciudadano privado de su libertad y obligado a vivir bajo un estado opresor sólo por su etnia o ideología, un friki de familia acomodada que no sabe qué es sentir los problemas ni se preocupa de quien le rodea, un inmigrante viviendo en otra sociedad y sufriendo un sistema educativo que no es para él, y al que no puede adaptarse, un joven que su mente ama y su cuerpo desea sexo, una mente inadaptada a las rutinas a quien le vuelan las ideas y las sigue sin saber dónde aterrizarán, una persona a quien su belleza no le permite conocer la realidad, una hija de yonki que acompaña por la noche a su madre por los ghettos de venta de droga, un animal que sufre las inmundicias en las que le hacemos vivir los humanos y no comprende el significado de la civilización, un niño idealista que quiere vivir como un ser vivo dentro de una cadena ecológica natural,...

Todos estos seres son corazones que están latiendo ahora mismo, y que viven o malviven mientras ven como el sol sale día tras día y las estaciones se van repitiendo sistemáticamente, mientras siguen su camino dentro de los márgenes sociales y ambientales en los que han de vivir.

Espero que cada historia sea un puñal clavado en el centro de la mesa de los poderosos que dirigen el mundo, que hacen que se pudra en exclusivos paraísos fiscales un dinero necesario para que la gente coma, tenga agua limpia, casas y carreteras.

Espero que a final de siglo el desarrollo humano se haya convertido en desarrollo social global en el que todos los humanos puedan vivir dignamente.

Agosto 2010, Juan Salanova, profesor, Tobed (Zaragoza), España.

La chica deformada por el ácido

Personajes:
Aba, chica protagonista
Abe, hermano menor de Aba
Zyx, hijo del alcalde
Rula, madre de Aba
Adam, maestro del pueblo

Aba era una chica a la que nadie miraba.

Había sido una chica alegre y jovial, ingeniosa en su tiempo libre y excelente estudiante en su colegio. Sus hermosos ojos negros llamaban la atención, de admiración por sus vecinos y de envidia por las compañeras más ricas pero no tan radiantes.

Vivía en un pequeño pueblo en un país desértico donde todo era de color ocre en contraste con el azul del cielo. pero cuando la chica salía de casa, su imagen hacía irradiar energía a las casas, las ropas, las bestias de carga, y en cuanto se sentaba, a la pequeña escuela donde acudía puntualmente.

Aba era feliz en compañía de todo el mundo, a todos sonreía y todos la querían. Nunca se la vio enfadada por tener que trabajar, jamás discutió por nadie por querer tener alguna cosa que no podía conseguir. Parecía vivir del aire, como una planta a la que el sol y el agua hacen crecer y brillar. 

Su infancia fue una etapa feliz, tenía lo que necesitaba, una comida sencilla, una casa para dormir y unas personas con quienes compartir su tiempo. Su madre estaba orgullosa de esa maravilla de mujer que iba apareciendo ante ella y cuando volvía de la panadería donde trabajaba tras la muerte de su marido en una de las innumerables guerras que tradicionalmente asediaban el país, su compañía le hacía olvidar todos los males que había sufrido.

Aba tenía un hermano llamado Abe que aunque de pequeño era un crío avispado, la mala fortuna transformó en un inválido una tarde de infausto recuerdo en que estando jugando en un campo alejado del pueblo, ya que el campo de fútbol se estaba utilizando para trillar el cereal que habían cosechado los agricultores, pisó una bomba que había bajo la hierba, pegándole la metralla por todo el cuerpo y perdiendo una pierna y lo peor, afectado mentalmente, ya que desde aquel día sólo veía guerra y destrucción en cuanto percibía cualquier movimiento rápido o violento, fuera un burro corriendo, un coche que pasara o simplemente un empujón que le dieran los otros chicos. En esos casos se echaba a llorar desesperadamente tirado en el suelo y no se calmaba hasta que su hermana lo lograba llevar a casa para que se tranquilizara y lo dejaba echado en completa oscuridad.

La vida transcurría plácidamente aunque a veces Aba viera que su madre, cuando se creía sola, lloraba mirando al vacío, entre la tristeza pasada de la pérdida del marido y la desesperación presente del hijo.

En su sociedad todas las chicas estaban predestinadas a casarse con quienes los padres quisieran. En todas las fiestas el acto central lo constituía un círculo de comensales varones que comían, bebían y fumaban sus pipas, sus mujeres que cantaban tras ellos, animadas por unos músicos con grandes panderetas y distintos instrumentos de viento, entonando las canciones alegres de la cosecha. En el centro del círculo las chicas jóvenes bailaban al son de la música todo sonrisas, todo movimiento, todo alegría, todo miradas a los jóvenes que les gustaban. Los hombres las miraban, las alababan, las piropeaban y aplaudían una vez que acababan sus danzas. 

Era también el momento en que las niñas que se habían convertido en mujeres mostraban como la inexorable marcha de la naturaleza había moldeado unos nuevos bustos, cinturas y caderas, indicando que deberían casarse. Las familias de ellos y ellas hablaban, pensaban en las ventajas de unir las dos ramas, se olvidaban viejas disputas y se negociaban nuevos contratos sociales. A partir de ese momento, las chicas cuyos pechos no podían ocultar la realidad de su pubertad, esperaban ansiosamente para conocer cómo habían concluido las conversaciones de los padres, si los jóvenes preferidos, que previamente se habían esforzado en indicar a sus padres, habían sido los elegidos, a qué nueva familia se iban a unir, cómo les afectaría económicamente. Todo no se decidía en un día, por supuesto, y a menudo había problemas con chicas con varios pretendientes, o pretendientes inadecuados según los padres por proceder de familias enemistadas. 

Para Aba fue especial, ya que al no tener padre, la costumbre indicaba que debía ser un hombre quien dictara su destino y en su caso debía ser el alcalde del pueblo, junto con su madre, quienes decidieran con quién casarla. 

Muchos habían sido los pretendientes tras aquella fiesta pero lo peor es que el alcalde tenía un hijo varón soltero, Zyx, un joven acostumbrado a mandar a todos, a que nadie le llevara la contraria, a no tener en cuenta las opiniones de los demás aunque fueran completamente razonables y en realidad, dada la edad de su padre, a ser la persona que mandaba en el pueblo. Sólo había un problema. Aunque en la escuela normalmente los chicos estaban separados de las chicas, durante el último año, al no haber maestro para los chicos, tuvieron durante un tiempo que compartir el aula con sus compañeras, ellas delante, ellos detrás. Y allí la realidad mental no hacía distinción de sexos. Aba, una chica superdotada, superaba continuamente los conocimientos de Zyx, ante la perplejidad general, ya que veían que en los estudios, él no era el número 1 de la clase. Y esto no era bueno para quien aspiraba a ser el líder de la comunidad.  

La realidad mental insufló atávicamente en Zyx un deseo irrefrenable, genético, de dominarla. Quería así formar un nuevo clan, poseyendo la belleza, la decisión y la inteligencia que todos los demás jóvenes admiraban, aunque no se atrevían a soñar, intimidados por esa mujer superior.

Y el día de formación de las nuevas parejas, bien por pensamientos del padre, o de la instigación del hijo, el alcalde entró en casa de Aba preguntando por su madre. Siguiendo el rito de la hermosa hospitalidad semita, Aba preparó un té con pastas para el invitado y luego, a petición del alcalde, salió de la casa acompañada por su hermano.

- Mujer- dijo el alcalde- bendecido sea por Dios tu hogar y tu familia.
- Que así sea - respondió la madre con la amargura de quien ha sufrido en su familia el dolor de la violencia y la muerte injustificada.
- Sabes que estamos en la época de concertar las nuevas parejas que hagan reverdecer nuestro pueblo con una nueva generación de hijos.
- Sí, así es.
- Bien, como bien sabes, tu hija ha llegado ya a la época de casarse, y esto es bien indudable para todos. Al ser viuda yo he de representar a tu marido que Dios tenga en la gloria, para buscarle un marido.
- Bien  lo sé, alcalde, pero has de saber que mi hija no es una persona sumisa, que acata dócilmente las normas que trazamos para ella. Su principal ilusión es aprender, irse a una gran ciudad, curar a los enfermos y ayudar a los pobres, en fin, su cabeza está ocupada en un ensoñamiento continuo de un mundo que no existe pero que le ayuda a evadirse de las penas de nuestra pobre vida.
- Rula, tu hija tiene un pretendiente.
- ¿Quién?
- Mi hijo Zyx.
- ¡Tu hijo! No hubiera pensado nunca que se fijara en ella. Seguro que tiene muchas hermosas jóvenes a su disposición.
- ¡Zyx quiere a Aba! - dijo el alcalde de forma cortante - Y quiere casarse con ella antes del invierno.

Y antes del invierno se celebró el matrimonio, predominando la tradición sobre la libre elección de cada uno de los jóvenes. Tras los festejos especiales por ser el matrimonio del primogénito del alcalde, Aba pasó a vivir a otra casa que Zyx había preparado para ambos. Y la vida se desarrolló como siempre, labores del hogar, comidas y charlas de sobremesa cuando Zyx estaba en casa, días de intensa soledad cuando el marido salía a comerciar con lana y algodón, tardando a veces una semana, a veces dos, incluso más. Aba sólo podía leer o visitar a su madre, ya que una conducta demasiado abierta hacia sus compañeros ya no era adecuada para una nujer casada.

Quizás la vida hubiera transcurrido así año tras año, a no ser por la llegada del nuevo profesor. Adam era un maestro llegado de la ciudad. Era muy trabajador y amable con todo el mundo, pero para esa comunidad tenía algo que desentonaba. Hijo de un pobre emigrante usado por los rusos como intérprete, fue asesinado por sus conciudadanos acusado de espía y traidor, cuando lo que había hecho era sólamente utilizar sus conocimientos de idiomas aprendidos en su época de emigrado para ganarse la vida. Usó la lengua pero le cortaron el cuello.

Desde entonces Adam ya no era creyente. Creía en la humanidad en su conjunto, pero odiaba las religiones porque decía que todas predicaban el amor pero en realidad destilaban odio por los "herejes" de las otras religiones. Ni siquiera creencias integradoras como la filosofía bahai le llegó a convencer. Y ahora estaba viviendo y conviviendo en una comunidad donde todo estaba pre-establecido, y la palabra de Dios era realmente la ley para las personas.

Lo peor es que quiso formar parte del pueblo y defender siempre sus convicciones, además de su trabajo oficial de maestro de los chicos, le encantaba también hablar con las chicas, promovíió la cultura de las mujeresdando clases gratuitas para adultos, en fin una verdadera revolución para la tradición secular del pueblo. Y, claro, toda esta energía no pasó desapercibida para Aba. 





matrimonio con Zyx
viajes de Zyx con algodón
no embarazos
el maestro
el ácido
el rechazo
la huida al desierto
el valle de las monstruas
el encuentro con el extraterrestre.
la ayuda mutua
la reparación
la ciudad de las mujeres
la vuelta al pueblo